Fernanda Quintana tenía 22 años. Trabajaba, soñaba y construía su futuro con la naturalidad de quien aún cree que el tiempo siempre alcanza.
Aquella mañana pidió un viaje en mototaxi por aplicación, una decisión cotidiana en medio del tráfico de la Atanasio Tzul, del ruido constante y la prisa urbana. Nadie imaginó que ese trayecto sería el último.
El impacto fue inmediato y la noticia se propagó con rapidez, despertando indignación y dolor. Una vida joven truncada vuelve a poner sobre la mesa preguntas incómodas sobre la seguridad vial y un sistema que, para muchos, no logra dimensionar el peso del sufrimiento humano. La sensación de injusticia se profundizó al conocerse que uno de los implicados ya se encontraba en su hogar.
Sin embargo, entre el duelo ocurrió algo inesperado. Al revisar sus redes sociales para recordarla, sus seres queridos encontraron un mensaje fijado desde octubre. No era una despedida, sino una declaración de fe: “Le cantaré al Señor todos los días de mi vida”.
La frase, leída hoy, cobra un significado profundo. No establecía plazos ni condiciones. Fernanda habló de todos los días, y su historia sugiere que esa promesa se cumplió de una forma distinta a la que muchos imaginan.
Su ausencia duele, pero su último mensaje permanece como consuelo. Invita a vivir con intención, a abrazar sin postergar y a dejar palabras que, cuando llegue el silencio, puedan sostener a quienes se quedan.
Fuente: NOTI GUATE
